Tras adquirir una vivienda y completar la firma ante notario, una pareja descubrió que su nuevo hogar estaba invadido por termitas en varias zonas del inmueble. Los compradores, que habían firmado un contrato de arras antes de la escritura, también detectaron la presencia de carcoma en algunas estancias, lo que los llevó a presentar una denuncia ante el juzgado contra los vendedores. Finalmente, la justicia determinó que estos debían indemnizar a los compradores con 12.000 euros porque no les hicieron constar este grave problema. Hablaremos de este caso y de cómo esta plaga de termitas en Santander se encuentra entre los problemas que son más comunes de lo que parece.

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«Ambas partes desconocían la existencia de termitas»
Los vendedores alegaron en su defensa que desconocían el problema de las termitas, aunque sí habían sido conscientes de la carcoma tras la firma del contrato de arras e intentaron tratarla antes de la entrega de la vivienda. «Ambas partes desconocían la existencia de termitas», según la sentencia, pero eso no exoneraba a los vendedores de arreglar el problema o informar de ese vicio oculto. Según la sentencia emitida por un juzgado de Santander, quedó probado que ni los vendedores ni los compradores tenían conocimiento de la plaga de termitas en el momento de la transacción. Sin embargo, la jueza concluyó que la presencia de estos insectos precedía a la operación de compraventa.
A pesar de todo ello, el fallo judicial obligó a los vendedores a pagar una indemnización por daños y perjuicios, además de cubrir tres mensualidades de alquiler mientras se realizaba la desinfección de la vivienda, sumando un total de 12.000 euros.
Los galeones de Vital Alsar en estado crítico: mástiles rotos y madera podrida
El emblemático conjunto de galeones de Vital Alsar, ubicado en el Museo al aire libre ‘El Hombre y la Mar’, en la península de La Magdalena, sufre un evidente deterioro que amenaza su conservación. Mástiles rotos, maderas en mal estado y carteles informativos dañados reflejan el abandono progresivo de una de las piezas más representativas del legado del navegante cántabro. El Ayuntamiento de Santander ha aplazado hasta después del verano la decisión sobre una posible rehabilitación, lo que ha generado críticas por parte de la oposición, que exige una intervención inmediata. Tanto el PRC como el PSOE han solicitado al Consistorio que actúe con urgencia para evitar que el deterioro de los galeones se agrave aún más.
Un museo al aire libre en decadencia por la pudrición de la madera en Santander
El Museo ‘El Hombre y la Mar’ rinde homenaje a las expediciones realizadas entre 1966 y 1992 por el aventurero santanderino Vital Alsar. La exposición cuenta con tres galeones utilizados en sus travesías oceánicas, una réplica de la balsa con la que cruzó el Pacífico en 1970 y otros elementos históricos, como una burbuja de salvamento y una sirena de bronce. Entre las expediciones más destacadas de Alsar se encuentra la travesía del Atlántico en 1978, cuando navegó desde Tampico (México) hasta Santander a bordo de uno de los galeones ahora en peligro.
Desde el Grupo Socialista, la concejala Concha González ha manifestado su preocupación por la posibilidad de que el Ayuntamiento valore la rehabilitación “solo después del verano”, cuando el deterioro es más que evidente. González ha subrayado que estos galeones no solo representan la memoria de Vital Alsar, sino que son un símbolo del patrimonio marítimo de Santander. Por su parte, el PRC, a través de su portavoz Felipe Piña, ha denunciado la falta de mantenimiento general en la zona, señalando problemas como barandillas rotas, pintura desgastada y estructuras inclinadas que podrían suponer un riesgo para los visitantes. Piña ha recordado que en 1979 la ciudadanía de Santander tuvo que movilizarse para garantizar la conservación de estos barcos, logrando que el Ayuntamiento asumiera su mantenimiento.
Expediciones legendarias en unos barcos de madera en el siglo XX
Vital Alsar protagonizó múltiples travesías a lo largo de su vida. En 1966, intentó cruzar el Pacífico en la balsa ‘La Pacífica’, aunque la embarcación naufragó cerca de las islas Galápagos. Cuatro años después, logró completar la travesía entre Guayaquil (Ecuador) y Australia con ‘La Balsa’, estableciendo un récord de navegación en este tipo de embarcaciones. En 1973, repitió la hazaña con tres balsas en la expedición ‘Las Balsas’. Posteriormente, en 1977, reconstruyó tres galeones con los que descendió el Amazonas en una travesía inspirada en la ruta del explorador Francisco de Orellana.
Más tarde, en 1987, rindió homenaje a Juan de la Cosa con la expedición ‘La Marigalante’, atravesando el Atlántico hasta Santoña, y en 2009 realizó su última gran aventura con el trimarán ‘El Zamná’, que lo llevó de Cozumel a Atenas. Vital Alsar falleció en México a los 87 años, dejando tras de sí un legado de exploración y valentía que hoy, con sus galeones en estado de abandono total, está en riesgo de desaparecer.
«Cuanto más envejece la madera, menos atractiva es para termitas y carcomas»
Según expertos en control de plagas en Santander, como Alejandro, identificar una plaga a tiempo es clave para prevenir daños estructurales y actuar con eficacia. Entre las más problemáticas se encuentran las plagas de la madera, provocadas por organismos xilófagos como las termitas, la carcoma o los hongos de pudrición. Estos invasores pueden pasar desapercibidos durante mucho tiempo, causando deterioros graves en viviendas y edificios antes de ser detectados.
Esta empresa especializada en control de plagas en Santander y sanidad ambiental, abierta desde hace décadas, ofrece soluciones concretas para combatir estos problemas. Estos especialistas insisten en la importancia de la prevención y el tratamiento adecuado.
Según Alejandro, un aspecto relevante en el comportamiento de estos insectos es que “cuanto más vieja es la madera, menos nutritiva resulta para termitas y carcomas”. Esto se debe a que con el tiempo la celulosa, su principal fuente de alimento, se degrada hasta casi desaparecer, reduciendo su atractivo gastronómico para estos organismos. Sin embargo, el deterioro natural de la madera no significa que quede exenta de riesgo, por lo que la inspección periódica y el tratamiento preventivo siguen siendo esenciales para garantizar su conservación.
Talan el roble del poeta Gerardo Diego por la acción de las termitas en Santander
Los símbolos vivos, tarde o temprano, desaparecen. Pero no es hasta que los perdemos cuando realmente notamos su ausencia. Es el caso del majestuoso roble que, durante décadas, acompañó a la escultura del poeta Gerardo Diego en su Santander natal.
Situado en la Avenida de la Reina Victoria, con vistas a la bahía, este árbol se convirtió en un emblema para los santanderinos, una suerte de fiel compañero de la estatua metálica del poeta. Sin embargo, su ubicación no era la más idónea. Encerrado en un pequeño parterre y rodeado de bordillos, embaldosados y zanjas, sus raíces principales fueron dañadas por las constantes obras municipales. El deterioro fue progresivo e imparable: con un sistema radicular colapsado, las termitas y los hongos comenzaron a consumir su madera muerta. Es decir: la decadencia del árbol por sus propias raíces maltratadas fue la causa de que las plagas de la madera en Santander, esas grandes desconocidas, hicieran aparición.
Procedieron a su tala por el riesgo que suponía la caída de ramas
Tal y como recogió nuestro periódico, la semana pasada los operarios del servicio de parques y jardines procedieron a su tala por el riesgo que suponía la caída de ramas. En su lugar, se ha plantado un joven roble, aunque el destino del viejo ejemplar parece haber sido reducido a serrín. ¿Era posible conservar su tronco como una escultura vegetal, como se ha hecho en otros lugares? Seguramente ni se contempló esa opción. La decisión fue tajante: el muerto al hoyo y el vivo al bollo. Un final que deja un vacío, no sólo en el paisaje, sino también en la memoria colectiva de la ciudad.
Es ley de vida, sí. Pero también lo es proteger estos seres que forman parte de nuestro patrimonio natural y cultural. Nuestros árboles urbanos, víctimas del estrés y las agresiones constantes, tardan siglos en crecer y apenas unos días en desaparecer. Y con ellos, se va un pedazo de historia, dejando huérfanos a poetas, incluso a los de bronce frío.